Tiempo de barajar y dar de nuevo

En diciembre, el saldo comercial exhibió un superávit (+USD 1.018) luego de nueve meses y cerró 2023 con el mayor déficit desde 2017. Los volúmenes exportados -impactados por la sequía- totalizaron una abrupta caída, mientras que las cantidades importadas, si bien por debajo de 2022, mostraron una importante resiliencia.

El sostenimiento de los volúmenes importados para no afectar la actividad y el empleo en un año electoral se produjo a costa de aumentar los desequilibrios macroeconómicos, la pérdida de Reservas -ubicándose en mínimos históricos en términos netos- y un exponencial endeudamiento por importaciones de bienes.

De cara a 2024, el fin de la sequía y un gran optimismo en las estimaciones de la campaña en curso, la reversión del déficit energético y un menor nivel de importaciones producto de la caída en la actividad hará que la balanza comercial retomé a su frecuente superávit.

 

El saldo comercial exhibió un superávit (+USD 1.018 M) luego de nueve meses en diciembre, mes signado por el cambio de gestión, el salto en el orden del 120% del tipo de cambio y la readecuación de regulaciones en el comercio exterior. Cómo resultado, durante 2023 se acumuló un rojo comercial de USD 6.926 M, ubicándose como el déficit más abultado desde 2017.

Las exportaciones del mes sumaron USD 5.273 (-9% i.a.) y cerraron el año en USD 66.787 M (-24% i.a.). El pobre desempeño de 2023 se explica tanto por la abrupta caída de las cantidades colocadas al exterior (-16% i.a., el mayor descenso histórico) fruto de la sequía, como por unos precios que tampoco acompañaron (-6% i.a.).

Las importaciones anotaron USD 4.255 M (-15% i.a.) en diciembre y USD 73.715 M (-10% i.a.) en 2023. A pesar de la escasez de divisas, las cantidades importadas registraron un leve descenso (-4% i.a.) en el año, con precios también a la baja (-5% i.a.).

Balance de un año atípico

El sector externo se enmarco en un 2023 signado por: 1) una fuerte apreciación cambiaria (22% hasta el cambio de gestión); 2) una acentuada brecha y volatilidad cambiaria; y 3) el impacto de la sequía en las exportaciones.

Como consecuencia de las inclemencias climáticas, las cantidades de las colocaciones externas de Productos Primarios (PP) y Manufacturas de Origen Agropecuario (MOA) se desplomaron 36% i.a. y 18% i.a., respectivamente, superando los descensos registrados en las sequías previas (2009 y 2018). Para dimensionar, las exportaciones de los principales productos de soja, principal complejo de exportación, se desmoronaron USD 10.605 M anual producto de las graves condiciones climáticas.

Asimismo, las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) también anotaron un descenso del 3% i.a. en sus cantidades, rubro afectado por las restricciones en las importaciones que limitaron el acceso a insumos y bienes necesarios para la producción, junto con la falta de incentivos en términos cambiarios.

En este escenario de escasez de dólares producto de la sequía, el Gobierno evitó una necesaria corrección cambiaria para no perjudicar la actividad y el empleo, factores que mellarían su competitividad electoral. Como resultado, las compras externas se sostuvieron en niveles elevados. Las cantidades importadas no energéticas, si bien se ubicaron un 2,6% debajo de 2022, tuvieron un gran desempeño presentando el mayor nivel de importaciones desde el 2018 -excluyendo 2022-.

De hecho, visto por los principales usos vinculados a la producción, los volúmenes importados de Piezas y accesorios de bienes de capital crecieron 3% i.a., seguido por Bienes Intermedios (+2% i.a.). Diferente fue la suerte para Bienes de Capital, con un derrotero del -12% i.a.

El costo por mantener este nivel de compras en medio de la sequía fue la postergación de las necesarias correcciones cambiarias y el consumo de diversos stocks. Es que en ausencia de financiamiento internacional para cubrir el déficit comercial (y de cuenta corriente), el grueso de las necesidades fue cubiertas mediante Reservas Internacionales, que terminaron el año en mínimos históricos al caer USD 12.257 M (sin DEGs) y un aumento exponencial de la deuda comercial por importaciones de bienes que supera los USD 30.000 M, por encima del nivel normal de operaciones. También, en menor medida, el endeudamiento a través de la activación del swap con China por USD 11.500 M (que no fue usado en su totalidad), permitió completar la estrategia del gobierno para financiar importaciones de origen chino.

¿Qué esperamos hacia adelante?

Como mencionamos al inicio, el Gobierno comenzó la gestión con vistas a resolver los problemas heredados. En el plano cambiario, se abordó la corrección del atraso cambiario al convalidar un salto del 118% del tipo de cambio, así como una modificación de los tipos de cambio efectivos, ubicando por encima el tipo de cambio importador (tras elevación al 17,5% del impuesto PAIS) respecto al exportador. Asimismo, se sostuvo el beneficio de liquidar el 20% de las exportaciones por el canal financiero (CCL).

Por el lado de la recomposición de Reservas, a los efectos positivos de las medidas cambiarias se le suma la programación de los flujos importadores, escalonando el acceso al MULC en un 25% del valor FOB importado cada 30 días -el esquema difiere para combustibles, productos farmacéuticos, fertilizantes y automotores-. Esta medida permitió que el BCRA hilvane 32 ruedas de compras netas en el MULC y acumule USD 5.811 M.

En lo que respecta a la normalización del stock de deuda comercial por importación de bienes, el BCRA ofreció a importadores el BOPREAL, instrumento que venía siendo poco demandado y en su última licitación superó expectativas al suscribir USD 2.454 M (casi USD 4.100 M en el acumulado). De esta manera, es un pilar clave para contener presiones cambiarias adicionales.

Con todo, en el corto plazo el principal desafío del esquema será llegar con las menores distorsiones posibles a la cosecha gruesa. Es decir, para sortear sin sobresaltos los propios problemas del esquema económico trazado, será clave arribar a la gruesa con 1) una inflación arrojando señales de desaceleración para mermar los efectos negativos sobre la competitividad cambiaria y 2) una brecha cambiaria contenida para incentivar liquidaciones y evitar un potencial exceso de demanda de divisas.

Este panorama se completa con una auspiciosa recuperación de las exportaciones que tendrá lugar en 2024. A la recuperación de los principales cultivos de exportación (soja y maíz) y la reversión del déficit comercial energético se le sumará, en caso de que se logre mantener la brecha cambiaria a raya y se produzca eventualmente una unificación, sectores como el minero y los Servicios Basados en Conocimiento. Por el lado de las importaciones, la demanda se encontrará fuertemente afectada, en particular en el primer semestre del año, producto de la caída en la actividad económica (estimamos una caída del 4% en el 1° semestre; -2,9% anual) y recuperando hacia finales de año.

En suma, luego de un 2023 para el olvido, estimamos una recuperación del superávit comercial que podría orillar los USD 15.000 M, variable fundamental para dotar de Reservas al BCRA, enfrentar vencimientos de deuda soberana en USD y cumplimentar la meta con el FMI.

Dicho esto, dos son las razones que obligan a mantener la cautela: 1) presiones bajistas en el precio de los granos gruesos, en particular la soja cuyo futuro a mayo-24 ya se ubica en 457 USD/tn (-9,4% i.a.), debido a producciones globales por encima de lo estimado y una ralentización de la demanda China; y 2) recrudecimiento en los conflictos de Medio Oriente y en particular en el Mar Rojo, que imprimen volatilidad en el coste de los fletes (en diciembre saltaron un 39%).